El impacto psicológico del confinamiento y la pandemia.
El bienestar emocional permaneció en un segundo plano
La conmoción que supuso la expansión a escala global del SARS-CoV-2 justo hace un año y sus visibles consecuencias en la salud física de la población, con cientos de miles de fallecidos en todo el mundo y las ucis desbordadas, hizo que el bienestar emocional de la población permaneciese en un segundo plano durante meses. Pero si algo podemos aprender de esta pandemia, además de tomar conciencia de nuestra fragilidad, es la necesidad de implantar un modelo de atención integral de la salud que incorpore los riesgos psicosociales en los tratamientos sanitarios.
Durante el año 2019, el equipo de asistencia psicológica del SEM (Sistema de Emergencias Médicas) de la Generalitat de Catalunya atendía a través del 061 una media de 2.500 llamadas al mes por consultas relacionadas con trastornos mentales. Este volumen se ha duplicado durante el último año, llegando a picos de 6.500 llamadas mensuales en abril y mayo de 2020, coincidiendo con el período de confinamiento domiciliario. Con la desescalada disminuyó el número de personas que contactaron con urgencias por problemas emocionales, pero tras la inesperada segunda ola de octubre se alcanzaron de nuevo las 3.425 peticiones de ayuda, un incremento del 36% respecto al año anterior. Las cifras han ido in crescendo en los últimos meses hasta llegar a las 5.000 llamadas mensuales en enero (unas 170 al día), un 62% más que en enero de 2020, cuando el virus ya nos acechaba pero aún no lo sabíamos.
El objetivo principal es la detección precoz de alteraciones mentales graves
El efecto sostenido de las restricciones de movilidad transformó la incertidumbre y el miedo del primer impacto en desesperanza y hastío después del verano. “La epidemia toca de lleno a nuestra principal angustia vital, el miedo a morir”, explica Andrés Cuartero, coordinador del equipo de psicólogos del SEM, que opera en nueva sala de atención telefónica ubicada en el Espai Bital de l’Hospitalet de Llobregat (Barcelona). El servicio del 061 ha triplicado su capacidad de atender llamadas este año ante la alud de consultas ciudadanas.
La principal función de los psicólogos que atienden el teléfono del SEM es la detección precoz de posibles trastornos. “El objetivo es prevenir y dar soporte temprano para que los trastornos emocionales comunes no deriven en alteraciones graves”, resume Cuartero. La pandemia ha servido para afianzar un modelo que ya estaba en funcionamiento y que se ha revelado eficaz durante este año. El nivel de resolución de las consultas es del 85%.
El protocolo se basa en la “mentalidad de sesión única”. En una llamada que dura de media unos 30 minutos y no supera los 45 se suelen resolver la mayor parte de los problemas de tipo adaptativo (situaciones vinculadas al miedo al virus, atención al duelo, secuelas físicas, etcétera). “Ello no obsta a que luego se pueda realizar un seguimiento del paciente o recomendarle que mantenga atención personalizada”, matiza el responsable.
Los hombres no piden ayuda, pero recurren más al abuso de sustancias
La directriz es que haya continuidad en la atención psicológica y ninguna entrada quede desatendida. En la primera valoración se hace un cribaje y se discrimina a las personas que requerirán tratamiento especializado a través de un recurso de la red pública. Todas las intervenciones finalizan con la posibilidad de agendar una visita con el médico de cabecera en el CAP (el 24% de los casos) o derivar al paciente a un servicio de salud mental (el 19%). En el 6% de los casos se destina el caso a los servicios sociales o de violencia doméstica. Si se detecta un peligro inminente se moviliza una unidad del SEM.
Como ocurre de manera universal, el perfil del demandante de ayuda psicológica es una mujer adulta (entre 41 y 55 años), a menudo con antedecentes. “Es un patrón cultural. Los hombres no lloran nunca ni piden ayuda”, ironiza Cuartero. Que no llamen no significa que la afectación sea distinta según el género. “La prevalencia es mayor en las mujeres, pero ellas están más abiertas a pedir ayuda para sí mismas o para los suyos, mientras que ellos recurren más al abuso de sustancias, medicamentos o alcohol”. Otro de los grupos poblacionales que sufrido especialmente este año son los profesionales sanitarios, en especial las trabajadoras de residencias y áreas básicas de salud.
El impacto psicosocial de la pandemia:
El confinamiento se cebó con las mujeres y los jóvenes
Numerosas investigaciones indican que la salud mental de la población ha empeorado notablemente durante el año de la pandemia, especialmente durante el período de confinamiento domiciliario. Pero el impacto psicológico y social del encierro fue desigual para los distintos géneros y grupos de edad. Los problemas de ansiedad y depresión afectaron mucho más a las mujeres que a los hombres, y los jóvenes de entre 18 y 35 años presentan un mayor riesgo de sufrir secuelas emocionales a medio y largo plazo.
Uno de los estudios que analiza el impacto psicosocial de la covid-19 en la población española, realizado por el Institut Universitari d’Investigació en Atenció Primària (IDIAP) Jordi Gol, refleja que el 31,2% de las mujeres y el 17,7% de los hombres reportaron tener ansiedad. En el caso de la depresión, la proporción fue del 28,5% en mujeres y el 16,7% en hombres. Los resultados muestran un aumento considerable si se compara con la encuesta de salud mental de España de 2017, en el que sólo el 9,1% de mujeres y el 4,3% de hombres presentaron síntomas de ansiedad.
Los tres principales elementos que se relacionan con el deterioro de la salud mental de la población son la percepción de residir en una vivienda inadecuada, los factores socioeconómicos y la preocupación por contraer el virus. “Es urgente aumentar los recursos en salud mental y sobretodo que perduren más allá de la emergencia sanitaria”, reclama Constanza Jacques, investigadora del IDIAP Jordi Gol, que en estos momentos lidera la segunda fase de este estudio.
El tipo de trabajo esencial que ejercen las mujeres está mucho más expuesto al contagio
Uno de los datos más significativos del estudio es que sólo las mujeres que se dedican a actividades esenciales presentaron ansiedad. En cambio, para los hombres con estos oficios continuar con su ritmo de vida y trabajo habitual fue un factor protector de la depresión. “Esto tiene que ver con el desequilibrio en las tareas informales como el cuidado de la casa y los hijos. La identidad masculina asume su rol de proveedor, mientras que a ellas se les acumula el trabajo externo y doméstico”, reflexiona Jacques. Además, el tipo de trabajo esencial que ejercen las mujeres está mucho más expuesto al contagio. El 84% de los puestos de enfermería y el 87% de los empleos de cuidados a personas mayores y dependientes corresponden a mujeres.
En cuanto a los jóvenes, los síntomas de ansiedad se relacionan especialmente con las condiciones estructurales en las que pasaron el encierro (cuanto más joven es la población, menos metros cuadrados por persona dispone en su hogar) y la incertidumbre por su futuro. “La ansiedad tiene mucho que ver con la preocupación excesiva hacia el futuro, y las condiciones laborales y de vivienda de los jóvenes en España son muy preocupantes. Los traumas heredados de la pandemia no se acaban, mejoran y se olvidan, sino que quedarán en la biografía y en el cuerpo de quienes los hayan padecido. Y probablemente tendrán un impacto en la adultez”, incide la investigadora.
Las redes de apoyo son fundamentales.
Otra de las lecciones que nos deja la pandemia es el factor protector para la ansiedad y la depresión que supone contar con redes de apoyo social y comunitario. “Fomentar los espacios comunitarios en los que las personas puedan sentir el respaldo de otros es fundamental. Por eso es crítico que los servicios sociales y de salud mental salgan reforzados de esta pandemia”, concluye Jacques.
Los últimos datos disponibles, correspondientes a enero. Muestran que el promedio de consultas relacionadas con crisis de ansiedad fue el más prevalente (37% del total), seguido de la depresión (16%), las preocupaciones derivadas de la pandemia (gestión del duelo, temores por personas cercanas ingresadas, etcétera) y la ideación autolítica (un 10% del total expresaron su disposición a autolesionarse o pensamientos suicidas), Estas cifras suponen un incremento significativo respecto a años anteriores, especialmente en cuanto a la ansiedad (un 120% más que en enero de 2020, aunque se llegaron incrementos del 300% durante el confinamiento) y en lo que se refiere a personas que manifiestan querer morirse o lesionarse (un 70% más).
La covid servirá para afianzar el modelo de atención integral de la salud del SEM
Aun así, el modelo de atención psicológica del 061 evita la compasión. “Es un proyecto valiente e innovador. No hay muchos servicios en Europa tan avanzados. Partimos de la base que toda persona tiene capacidad de resiliencia para enfrentarse a situaciones de estrés. La instrucción es que el psicólogo no haga nada que pueda hacer el paciente por sí mismo. Facilitamos la autonomía y enseñamos a aumentar la tolerancia a las emociones. Y nos funciona. El nivel de satisfacción de los usuarios es muy alto. Y con este modelo creo que estamos plantando una semilla de atención integral de la salud que germinará en los próximos meses y años”, reflexiona Cuatero.
Este año funesto deja algunas lecciones positivas para el futuro. El estigma que persigue a la salud mental parece definitivamente superado. La pandemia ha demostrado que todos estamos expuestos a sufrir trastornos mentales, de igual forma que podemos padecer enfermedades cardiovasculares o de cualquier otro tipo. No en vano, la OMS estima de una de cada cuatro personas sufrirá un trastorno mental durante su vida. Que hasta ahora se hayan invisibilizado no significa que sean menos comunes. ”Me sorprende la cantidad de personas de todas las capas de población que se dejan ayudar por los psicólogos. Es un cambio de paradigma”, concluye el responsable del SEM.
Prevención – Video: Los efectos psicológicos de la pandemia (CNN).
Fuente: La Vanguardia.
Tema: Riesgos Laborales.
Precoin Prevención SL
(Bilbao – Bizkaia)